jueves, 7 de julio de 2011

Leo para vivir.

Si no leo, sufro. La neurosis me despedaza y enloquezco. Simplemente no concibo una vida sin libros y esclavizado a la televisión. Pienso que la vida determinada por un empleo, un coche, una casa, un hijo y una mujer debe ser suficiente para ser feliz. Sin embargo, ¿en qué radica la felicidad?, ¿en qué estriba el hecho de alcanzarla o no?, ¿quizá en el dinero? Para muchos, sí. Para otros, no. Cada persona en su caminar por la vida desarrolla un concepto de felicidad y cómo alcanzarla. Yo la finco en los libros. Las historias son como agua en el desierto. Nos salvan de una muerte por insolación. Quizá piensen que estoy loco. Tienen razón. Se necesita estar loco para comprar libros y pasarse horas con ellos. Pero es sólo leyendo como se puede sobrellevar una vida rutinaria donde el individuo se vuelve un ser mecánico y conformista. La misma vida sedentaria lo aprisiona con objetos hasta convertirlo en uno. Si va a la escuela le dicen qué hacer, cómo comportarse y cómo pensar. Si va al trabajo recibe instrucciones sin chistar. Si sale de su casa, la sociedad le dicta los principios bajo los cuales debe regular su vida. Pero hay un problema, y este empieza cuando el individuo quiere ser realmente Él. Entonces viene una confrontación en su interior. Un pleito consigo mismo. Una disparidad. Una lucha por ser él mismo y no por aparentar ser. Muchos claudican y aceptan las cosas tal y cual. Sin ir más allá. Sin cuestionarse. Sin atreverse a hacer cosas diferentes. Y entonces se aferran a la vida rutinaria y sedentaria, aceptando ser aniquilados poco a poco. Ellos mismos matan el espíritu rebelde que los habita. Y aceptan ser robots. O clones.

Y a mí no me gusta ello. Por naturaleza soy rebelde e inconforme. Un ser que busca autenticidad y claridad en su vida. Y la forma en cómo me he mantenido a flote es leyendo y, a veces, escribiendo. Descubrí que la lectura ayuda a conocer mundos y pensamientos que nos permiten conocer a los demonios que nos habitan y aceptarlos. Los libros son un pedazo de ser. Una forma de existir en la nada. Una tabla de salvación en la borrasca. Un medio que permite conocer gentes, lugares, gustos e ideas. En los libros existe un lugar apacible donde se puede descansar de un día sórdido y ajetreado.

Ellos, los libros, me incitan a la comprensión de las vidas pasivas que día a día se van degradando. Se van apagando. Lo que hay dentro de los libros provoca una guerra en mí e inconformidad. También tristeza. Guerra porque confronta y despedaza las ideas que no están bien sustentadas. Inconformidad porque descubro que el mundo y los seres humanos perdemos, día con día, la magia que hace brillar los ojos y danzar nuestros corazones. Tristeza porque pienso que todo aquello que el ser humano pierde en favor del “desarrollo económico” no volverá nunca. Así, la lectura se vuelve un acto de soledad. De encuentro con uno mismo. En ello pongo en juego todo lo que soy: pensamientos, sentidos, nervios, vísceras e imaginación. Leer, para mí, requiere de soledad. Y hoy en día la soledad es despedazada por la televisión o el Internet (chat) y eso genera ansiedad por “ser” de otra forma. Si el niño llora hay que ponerle al chavo del ocho. Si el marido anda de malas, pónganle el futbol y unas botanas y listo. Si la esposa está molesta, pónganle una novela y asunto arreglado. Al ver a los galanes de televisa, es posible que se enamore más de usted.

Por otro lado, escribir, es una actividad placentera y dolorosa. Si sabes qué quieres escribir, lo disfrutas. Si no, padeces. Contar historias es una forma de vomitar todo lo que somos. Quedar limpios. Una especie de lavado estomacal. Si no leo o escribo empiezo a parecerme a un zombi: duermo, despierto, trabajo, veo televisión, voy al parque, beso a mi hijo, digo buenas tardes, sonrío y listo: viví un día. Y cuando pregunto qué tiempo dediqué a mi yo interno, sufro. Observo que hice cosas de manera mecánica. Cosas que hace una persona “normal”. Un ser que se conforma con lo que le dan. Está de más decir que leer y escribir me reinventan y reconfortan mi alma. Pero volviendo a lo de antes, tras analizar mi día, vuelvo sobre mis pasos. Algo me falta para sentirme pleno. Claro. No he leído. Tomo un a buen autor, Fante, Camus, Bukowski, Capote, Hemingway, por ejemplo, y leo. Después de dos o tres horas salgo de mi estudio y juego con mi hijo y esposa. Si salimos, la vida me sabe distinta. Le encuentro sentido. Es como si la lectura se encargara de darle un pincelazo color rosa a la existencia. Es entonces cuando veo que mi vida no es parecida a la de los demás. La mía es trágica, inconforme y alegre.

Creo que no podría llevar una vida sin libros y con televisión. No porque menosprecie a la televisión, sino porque creo que ese tipo de vida no llena. La siento hueca. Sin sabor ni colores. No me atrapa. No motiva mi imaginación ni mi rebeldía. Nada mejor que un buen café, un cigarro, un libro y una charla. O una plática con mi hijo de dos años, jeje. O la lectura de un cuento. O jugar a los caballitos con Eduardo, mi bebé. O a las escondidas. O llevarlo al teatro. O a las ferias de libros. O a un viaje a la selva. O a los ríos. O a las ruinas arqueológicas o a las calles del fraccionamiento donde vivo. Nada más hermoso que eso. Ponerle sentido a la vida viviéndola sin miedos. Y claro, leyendo. Los resultados los veo cuando mi hijo llora por un libro y me pide que le lea su cuento favorito.

Creo que por esos momentos que paso con él, vale la pena vivir y leer.

4 comentarios:

  1. Coincido en mucho contigo Ornan, y reflexionando en lo que escribes, pienso que al leer es como ir llenando un vaso de agua cristalina a traves de la imaginación; y al escribir vamos vaciando ese vaso haciendo la realidad con las letras y viviendolas intensamente con el alma....

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  2. Gracias amiga. Coincido contigo. Los libros son eso y más. Saludos.

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  3. Estimado Ornan, me gustó mucho todo lo que dices y coincido con la idea de que "lectura se vuelve un acto de soledad. De encuentro con uno mismo. En ello pongo en juego todo lo que soy: pensamientos, sentidos, nervios, vísceras e imaginación". Cada vez que leo un libro, aparece una pelicula mental en mi cerebro, donde le pongo cara, cuerpo y en general caracteristicas a cada personaje. Tambien me deleita como al leer voy reflexionando sobre mi vida, con cada palabra que hago del escritor mia. Mayra

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