Amaneció con frío y el cielo nublado. Intenté leer, pero no pude concentrar mi atención como me hubiera gustado. Dejé a un lado Nosotros los hombres ignorantes que hacemos la revolución, correspondencia entre Francisco Villa y Emiliano Zapata y me levanté de la cama, fui a la cocina y preparé café. Minutos después molesté a Rita para que despertara, a lo que respondió con patadas y refunfuñones y una que otra grosería. Al ver mi lucha en peligro de frustración, Eduardo se unió a mi cometido, y entre los dos la despertamos con abrazos y besos y mordidas.
Después de que Rita nos regañara como a un par de niños traviesos bebimos café y la invité a hacer fotografías por ahí, a donde nos llevara los deseos de caminar. Después de comer huevos fritos, preparamos las cámaras y salimos al campo. He aquí las evidencias.
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