miércoles, 2 de noviembre de 2011

La caja voladora en 6 de marzo, la Trinitaria, Chiapas.


Supervisora entregando libros.
Alumno.
Entrega de libros.
Presentación de la caja voladora.
Papás escogiendo libros.
Papás escogen libros.
Mamás escogen libros.
Niña escogiendo libro.
Lectura en voz alta.
Madre de familia leyendo.
Escogiendo libros.
Madre de familia comparte lectura.
Supervisora leyendo en voz alta.
Madres de familia dibujando.
Padres de familia pintando.

Alumnos y madres de familia pintando.
Madres de familia pintando.
Dibujo de una madre de familia.
Retrato.
Dibujo de la comunidad.
Papá dibujando.
Exposición de dibujos.

Iglesia de 6 de marzo.
Viejecitas.


Experiencia 7.Caja lectora en la Telesecundaria 12 de octubre.
26 de octubre de 2011.

I
En el docente suceden cosas extrañas y dignas de un estudio psicológico. En él interactúan todo tipo de sentimientos y emociones que se contraponen unas con otras, haciendo del docente, muchas veces, cuando aquellas emociones y sentimientos son negativas, un ser hosco y amargado. Esto no pasa en todos, como es de suponerse. Sólo en algunos. Quizá en muy pocos o tal ves en la mayoría.

Lo curioso y sorprendente es que esas emociones y sentimientos salen a relucir en el salón de clases. Muchas veces contra los alumnos. Es decir, me baso sólo en una suposición, muchas de las frustraciones que los docentes sufren, las aprendieron en la escuela, y una forma de revelarse contra ellas es haciendo lo mismo que les hicieron. Lo anterior determina la relación con los alumnos. Si a un docente, de alumno, lo sometieron al silencio, éste, ahora de profesor, hace lo mismo, por citar un ejemplo. Para que cada docente sepa a lo que me refiero, debe, sin pretexto alguno, realizar un autodiagnóstico y elaborar su propia historia de vida. Sólo así podrá a arribar a un compromiso consigo mismo de cambiar la forma en cómo se relaciona con sus alumnos. Y es que muchos de estos docentes, por lo regular, cuidan más la disciplina entendida con mantener a los niños callados y reprimidos.

Lo anterior va de la mano con la lectura. Si los docentes no leen, es porque, sencillamente, no aprendieron el hábito en su paso por la escuela, además de que la familia juega un papel decisivo en la formación de este hábito. Se ha visto que los hijos de padres lectores se enfocan a este tema con mayor naturalidad que los hijos de padres no lectores. Es por ello que la caja lectora enfoca su atención en promover la lectura en voz alta no sólo en alumnos y maestros, si no también en padres de familia. Quizá resulte difícil hacerle entender al padre de familia que es necesario que los hijos lean, no sólo libros, sino todo tipo de textos, mapas, carteles, libros, señalamientos, entre otros. Y es que actualmente, según planes de estudios, la lectura ocupa un lugar importantísimo en la formación de los jóvenes, por eso, aunque a veces resulte difícil, no hay que perder la fe.

Pensar que los jóvenes nunca arribaran a la comprensión lectora, es desanimarnos a uno mismo como docentes. Nuestro empeño debe estar centrado en insistir en la lectura. Primero empezar por contagiar el gusto por los libros y las letras. De allí en adelante cada quien determinara el camino a seguir. Si como docentes logramos despertar el gusto o la curiosidad de los niños por los libros, estamos salvados. Si no lo hacemos, la cadena de nolectores seguirá creciendo.

La promoción de la lectura es cansada, pensarán algunos. Quizá sí, pero, no olvidemos que todo depende desde que perspectiva se vea. Si el docente no lee y nunca le ha llamado la atención leer libros, por citar un ejemplo, entonces la promoción de la lectura en las aulas será vista como un “trabajo”. Una actividad que resta tiempo a las otras asignaturas. Si por el contrario, al maestro le gustan los libros y se dedica, en su tiempo libre, a leer libros y a investigar nuevos temas, la promoción de la lectura será una actividad placentera y alegre donde pondrá en juego sus inquietudes y destrezas, al igual que su imaginación y el corazón.

Quizá lo que debe movernos como docentes promotores de lectura es el deseo de ser lectores. De saber qué hay en los libros. Qué se esconde entre las páginas. Con cuáles de las historias que hay allí, se parece mi vida, por ejemplo. Quizá, haciendo eso, exista una posibilidad de encontrarnos con uno mismo y promover cambios en nuestras actitudes y formas de relacionarse con los alumnos. Y tal ves, siendo más ambicioso, de esa forma, haciéndonos lectores, podemos cambiar el estilo de vida de nuestros hijos y amigos.

Por todo lo anterior, la caja voladora va más allá. Al trabajo con padres de familia. Esto no la hacen todos, pero es necesario que alguien empiece. Que de la cara. Que se exponga. Que diga, si puedo y voy a hacerlo. Que se atreva a equivocarse. A caerse y a levantarse, diría Sandra Luz Espinosa Zepeda. En otras palabras a aprender. Yo lo hice. Y tal vez me falte más preparación, pero ya empecé y en el camino aprenderé. Eso es lo que importa. Lo demás que espere.


II
La escuela 12 de octubre está en la comunidad 6 de marzo. Es una llanura donde se divisan cerros oscuros recortándose en el horizonte. Rodeado de milpas que ondean sus hojas que semejan cuchillos verdes, está la comunidad. Son pocas casas, apretujadas entre sí como si el bosque los fuera acorralando en esa porción de tierra.

Las calles polvosas y desérticas dan un aire a Comala, el pueblo de Juan Rulfo en Pedro Paramo. Las personas son bajitas y morenas. Alegres. En esta ocasión fuimos a inaugurar, la supervisora y yo, la escuela Telesecundaria que empezó sus labores el día 12 de octubre del año 2011, y a realizar actividades de lectura en voz alta.

Los padres de familia nos esperaban en una cancha techada. Y ahí mismo, después de platicar un rato, iniciamos. Los papás practicaron voces (aguda, grave, y normal). Lo anterior sirve para ejemplificar las voces de algunos personajes. ¡Que gusto! Los papás empezaron a bramar como toros, a practicar voces delgaditas, y a hacer gestos. La supervisora no paraba de reír. Y los papás tampoco. Todos estábamos felices. Después les presté un libro y ellos, quitados de la pena, leyeron. Hicimos un círculo y cada papá participó. Y lo más alegre, mágico, diría yo, es que las mamás leyeron. Se ofrecían. Cada una poniendo a prueba su valor. Cada mamá, tomando su libro, leía a un papá una frase. Después aquel papá le respondía con otro párrafo. Después nos dividimos en grupos. Mujeres contra hombres. A ver quién leía mejor. Las mujeres les gritaban un párrafo a los hombres; después estos contestaban con otra “parrafada”. Al final se decidió un ganador. Y sin dudas, fueron los hombres.

Terminando esta actividad los invité a realizar dibujos. La mayoría pintó la telesecundaria, pero otros pintaron la historia de la comunidad. Esta actividad gustó. Era una competencia, dijeron. Así que le echaron ganas. Quizá con el dibujo no se formen lectores, pero es una invitación a que lean las imágenes y creen historias a partir de ellas. Y esto, según mi punto de vista, es vital, ya que no sólo se leen palabras, sino símbolos, imágenes y demás. Y lo más importante, que los padres se involucren en las actividades de la escuela. Que ellos vean lo que hacen sus hijos. Y sobre todo, que sepan de la  importancia de leer y comprender lo que se lee. Sólo así seremos mejores personas y excelente docentes.

Después de que cada equipo expuso sus dibujos, nos despedimos con abrazos y risas. Mientras encendía el coche, pensé: en verdad, los papás de la Telesecundaria 12 de octubre, son únicos por su cariño. Que Dios lo cuide siempre. Después aceleré y partí.

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