sábado, 24 de enero de 2015

Crónicas marcianas de Ray Bradbury


Crónicas marcianas de Ray Bradbury (Waukenaun, Illinois, 1920 - Los Ángeles, California, 2012) podría interpretarse como una exploración a la naturaleza destructiva del ser humano. Marte, el planeta al que se refieren los veinticinco cuentos que comprenden el libro, podría ser cualquier espacio de tierra que el hombre modifica a su antojo. Para que el ser humano conquiste, le es necesario asesinar a los habitantes de ese espacio. ¿No es lo que hace cuando, por ejemplo, construye fraccionamientos de casas en un sitio poblado de árboles y seres vivos? Destruye a seres que no conoce porque lo ciega el deseo de adquirir dinero que le permitirá capitalizar poder. Si tuviera que conquistar a otra nación, asesinaría en nombre de la libertad. Después destruirá todo vestigio cultural, político, social e histórico del pueblo que somete e instalará sus propias formas de pensamiento y organización social.

En el cuento Aunque siga brillando la luna hay una hermosa comparación entre la bestialidad que rige las acciones de un conquistador, y el respeto y la curiosidad por lo desconocido que también puede habitar al ser humano. Una tripulación llega a Marte con la consigna de estudiarlo y diseñar la estrategia de conquista. Sin embargo, Spencer, un tripulante, decide actuar de otra forma. Empieza reconociendo la belleza de la vida en ese planeta; después admira las producciones científicas y culturales. Ello propicia que se revele contra el objetivo de explorar el planeta para asesinar a sus habitantes. Decide defenderlo aunque por ello asesine a sus compañeros. ¿Qué origina ese cambio? ¿Acaso Spencer se da cuenta, de pronto, de la bestialidad que corrompe al ser humano frente a la belleza de lo desconocido? Asesina a un par de tripulantes y huye a las montañas donde, páginas más adelante, será asesinado por el resto de la tripulación que continuará con la exploración a Marte. ¿Acaso este cuento podría representar el exterminio de las ideas diferentes? Es posible.

Crónicas marcianas de Bradbury puede leerse como una novela, pues todos los cuentos están engarzados. Uno es la continuación del anterior. Nada queda suelto. Si en el cuento anterior se plantea que una tripulación fallece, el siguiente relato narrará la llegada de otra tripulación a Marte. Bradbury esboza con un belleza estética, además, el asunto de los muertos y la muerte. ¿A dónde van los que mueren en la tierra? A Marte. Cuando los hombres llegan a ese planeta, encuentran a sus padres, tíos, hermanos, abuelas, entre otros familiares muertos en la tierra. Quizá Bradbury intenta decirnos que los muertos no están muertos, puesto que viven en la mente de los vivos. ¿Qué pasa cuándo los hombres llegan a Marte? Lo destruyen. Llevan en la mente la idea de producir dineros, hacer casas, instalar negocios, hacer carreteras, inventar coches, instalar teléfonos, crear armas, apropiarse de territorios. Marte se transforma al capricho del hombre que no sabe renunciar a las ideas de progreso-destrucción que lo habita. El hombre necesita destruir porque no sabe apreciar una belleza que no entiende. Es necesario rebajarlo a su nivel para que pueda brindarle sentido.

¿Y por qué los hombres van a Marte? Porque a la tierra no le queda vida. Además de que se avecina una gran guerra, quizá la tercera guerra mundial. Los hombres no podrán resistir los efectos radiactivos de las bombas nucleares. Es necesario huir para salvar la vida. Sin embargo, allá, en Marte, la destrucción seguirá al hombre, porque ella no está fuera, sino dentro de él, en su corazón que estalla en odios hacia lo desconocido.

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