domingo, 31 de julio de 2011

Tres de la mañana.

Tres de la mañana. Llueve con relámpagos y truenos. A mitad del patio unos hombres beben bajo una carpa de lona. Ríen. Tiritan de vez en cuando. Dan un vistazo a la casa y siguen hablando. Dentro se oye lamentos. Unas mujeres consuelan a otra. Le acarician la cabeza de cabellos canosos y limpian las lágrimas de su rostro triste; otras lloran con ella. A un lado de donde están, un par de niños con los pies descalzos miran a la nada. En el centro permanece un cuerpo inmóvil entre velas y flores marchitas. Más allá, en una esquina, Rubén, delgado, ojos verdes y de piel blanca, lo contempla. Es una mirada de adolescente que no entiende por qué su padre tuvo que morirse ahora que las lluvias de junio empiezan y la tierra está lista para sembrar y él, Rubén, cumple catorce años.

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