“Te habría preferido criminal o terrorista antes que militante de la
felicidad”.
Una desolación de Yasmina
Reza, editado por Anagrama, invita a reflexionar sobre la vejez. Samuel tiene
setenta y tres años y aborrece la vida quieta y sin ambición, así como a las
personas que practican esta forma de vivir. El hombre se hace a fuerza de
trabajo y no con buenos deseos. En la idea del trabajo duro, no cabe el
concepto de amor y felicidad. Al respecto, Samuel cuestiona: qué es la
felicidad, cómo se vive, dónde se consigue, qué beneficios tiene. La felicidad
es basura. Una palabra que el sistema económico inventó para sustituir el
esfuerzo físico e intelectual. La esencia de la vida está en el trabajo y en la
producción de riqueza económica, aunque ello te aleje de hijos y familia,
indica Samuel.
La novela de Yasmina Reza te
lleva a pensar que en las sociedades modernas, la prioridad apunta a la adquisición
de bienes materiales. Lo anterior lleva a pensar en qué tipos de relaciones
pueden construirse en esas familias. ¿Los hijos aman a sus padres?, ¿los padres
aman a sus hijos? Debido a la rapidez con que los habitantes de las metrópolis
viven la vida, las relaciones familiares se fincan en la simulación del cariño.
En esos estilos de vidas, la prioridad es acumular capital económico y no las
relaciones familiares, deja entrever Yasmina Reza en Una desolación. Sin embargo, a la par que el hombre acumula poder y
riquezas materiales, desarrolla una insatisfacción que puede traducirse en rencor
a la vida misma. Samuel, a sus setenta y tres años, reflexiona: ¿qué hice de mi
vida?, ¿mis hijos me quieren? Al referir estos cuestionamientos, el personaje deja
entrever una soledad que lo arroja a un mundo de odio y frustración del cual ni
los propios hijos escapan.
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