El gato que venía del cielo
de Takashi Hiraide (Moji, Kitakyushu, 1950), traducción al español por Yoko
Ogihara y Fernando Cordobés, es una novela que podría definirse como un bello
poema a la vida, al amor y la naturaleza. ¿Qué podría ser más glorioso que el
nacimiento de una libélula a orillas de un charco, o el estallido de colores en
las flores que se abren al mundo a mitad de un jardín? ¿Qué menos reconfortante
para un espíritu cansado que la caricia suave de un gato que alegra el silencio
con sus ronroneos? ¿Qué menos placentero para un novelista que escribir frente
al jardín donde mariposas y libélulas danzan al ritmo del viento?
Con una escritura clara,
fina, inteligente, Takashi conmueve al lector hasta las lágrimas al
contagiarnos de esa nostalgia que brota de la ausencia que provoca la muerte.
¿Es posible que el hombre ame sólo a los de su especie? No. El hombre es capaz
de amar y destruir. Su amor apunta a todas direcciones. Ama las plantas, los
animales, al aire, al sol, a la tierra, al agua. Sin embargo, ese amor es soterrado
por el deseo de imponerse como dueño, amo del mundo a través de la destrucción.
Es de ese amor ingenuo, limpio de cualquier deseo de sometimientos, escondido
en el sótano del silencio, del cual nos habla Takashi en El gato que venía del cielo.
¿Qué tiene que ver un gato
con la vida de los hombres y su forma de amar? En esa relación felino – hombre,
el personaje va descubriéndose como individuo capaz de llorar, de amar, de
maravillarse de la vida que se representa en el vuelo ágil de un colibrí o en
el murmullo del viento que mece los árboles. Y es sobre ese amor, ese cariño a
la vida que Takashi nos habla en este relato que no deja, por ningún momento,
de sorprender al lector. ¿Cómo lo hace? Cada frase representa una imagen que
difícilmente podría no quedar en la mente del lector. La magia de la escritura
está en mostrar. Que el lector mire las escenas y se conmueva o maraville por
el destino de los personajes. Takashi nos muestra, nos lleva de la mano por
cada rincón, cada calle, café, galería de arte, el patio mismo que conforman la
novela. Es un mago de la escritura que provoca el gozo de la recreación.
En la novela, el lector se
hallará con los encantos de la vida, así como sus desencantos provocados por la
muerte que es como una mano que se cierra sobre la vida y la arranca de tajo. También
podrá cerrar los ojos para disfrutar los aroma que desprenden las flores, el
vuelo de los pájaros, el revoloteo de las mariposas y el aire tibio al
atardecer. Es quizá estas sensaciones que hacen de la novela un libro al que se
puede volver para maravillarse de la magia la vida y sus manifestaciones de
cariño hacia el ser humano.
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