lunes, 6 de octubre de 2014

El gato que venía del cielo de Takashi Hiraide


El gato que venía del cielo de Takashi Hiraide (Moji, Kitakyushu, 1950), traducción al español por Yoko Ogihara y Fernando Cordobés, es una novela que podría definirse como un bello poema a la vida, al amor y la naturaleza. ¿Qué podría ser más glorioso que el nacimiento de una libélula a orillas de un charco, o el estallido de colores en las flores que se abren al mundo a mitad de un jardín? ¿Qué menos reconfortante para un espíritu cansado que la caricia suave de un gato que alegra el silencio con sus ronroneos? ¿Qué menos placentero para un novelista que escribir frente al jardín donde mariposas y libélulas danzan al ritmo del viento?

Con una escritura clara, fina, inteligente, Takashi conmueve al lector hasta las lágrimas al contagiarnos de esa nostalgia que brota de la ausencia que provoca la muerte. ¿Es posible que el hombre ame sólo a los de su especie? No. El hombre es capaz de amar y destruir. Su amor apunta a todas direcciones. Ama las plantas, los animales, al aire, al sol, a la tierra, al agua. Sin embargo, ese amor es soterrado por el deseo de imponerse como dueño, amo del mundo a través de la destrucción. Es de ese amor ingenuo, limpio de cualquier deseo de sometimientos, escondido en el sótano del silencio, del cual nos habla Takashi en El gato que venía del cielo

¿Qué tiene que ver un gato con la vida de los hombres y su forma de amar? En esa relación felino – hombre, el personaje va descubriéndose como individuo capaz de llorar, de amar, de maravillarse de la vida que se representa en el vuelo ágil de un colibrí o en el murmullo del viento que mece los árboles. Y es sobre ese amor, ese cariño a la vida que Takashi nos habla en este relato que no deja, por ningún momento, de sorprender al lector. ¿Cómo lo hace? Cada frase representa una imagen que difícilmente podría no quedar en la mente del lector. La magia de la escritura está en mostrar. Que el lector mire las escenas y se conmueva o maraville por el destino de los personajes. Takashi nos muestra, nos lleva de la mano por cada rincón, cada calle, café, galería de arte, el patio mismo que conforman la novela. Es un mago de la escritura que provoca el gozo de la recreación.

En la novela, el lector se hallará con los encantos de la vida, así como sus desencantos provocados por la muerte que es como una mano que se cierra sobre la vida y la arranca de tajo. También podrá cerrar los ojos para disfrutar los aroma que desprenden las flores, el vuelo de los pájaros, el revoloteo de las mariposas y el aire tibio al atardecer. Es quizá estas sensaciones que hacen de la novela un libro al que se puede volver para maravillarse de la magia la vida y sus manifestaciones de cariño hacia el ser humano. 



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