domingo, 27 de noviembre de 2011

Ciudad del olvido.



Las nubes, Chiapas
El niño, en la feria, pide al padre un juguete nuevo. El obrero,  demacrado y con el pantalón más ajustado que el día anterior, solicita al patrón un aumento de sueldo. El patrón, un empresario influyente, pide a Dios, de rodillas en la iglesia, bendiciones para su familia y más prosperidad económica. Afuera del templo el chofer invoca al Todo Poderoso para que ablande el corazón del empresario y le dé libre el domingo para llevar a sus hijos al parque y comprar algodones de azúcar.

El campesino, sudoroso y quemado de sol, da gracias a su creador por la vida, el frijol y el maíz. Más allá, en los suburbios, donde no llega la mano poderosa de Dios, ascienden al cielo, como humareda: desgracias, súplicas, cansancios, monotonías, olor a sexo, miserias, lágrimas, rencores y lamentos.

 En otro lado de la ciudad, cobijados por la noche, fuera del cine, o en pleno parque, el novio, jadeante, las manos temblorosas y con la voz suplicante intenta convencer a la novia para que le entregue “la prueba del amor”, pero aquella, recatada, con el deseo carcomiéndole la entrepierna, exige respeto.

Más allá, en un casa pequeña y sucia, el esposo, antes de comer, exige una explicación por la tardanza de la esposa en el mercado, y ella, malhumorada, le reprocha el olvido en que la tiene desde hace meses. 

 Y así, oscilando entre la esperanza y la desesperanza, van pasando los días en la ciudad del olvido.

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