domingo, 11 de diciembre de 2011

Entierro

Guachimontes, pirámides circulares

Frente al cuerpecito de trapo, tendido con las piernas y brazos abiertos, ella invocó a los demonios. Después, con los ojos en blanco, la cara descompuesta y el cabello revuelto, clavó, no sin antes maldecirlo por duodécima vez, el último alfiler. Luego lo depositó en un hoyo que ella cavó con sus propias manos. Ahí lo dejó acompañado de una fotografía. Más tarde, cuando la luna, redonda y amarilla, descendía tras los cerros, ella, con la agilidad de una pantera, salió del panteón sin volver la vista atrás.

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