Ameth Rivera me invitó a Cacahoatán para
leer mis cuentos, lo cual acepté de buena gana y el sábado por la tarde bebía
café en el parquecito de ese lugar. Mientras organizaban el orden de las lecturas
contemplé a un grupo de jóvenes que bailaban break-dance a un costado del
quiosco. Hacían piruetas sobre una lona roja acompañados de música de hip hop. Los
jóvenes se contorsionaban apoyados en la cabeza, manos, piernas y espalda, lo
cual exige un alto nivel de dificultad.
Después de
mis lecturas observé a detalle el show de los danzantes que en cada movimiento
desbordaban pasión. Con cámara fotográfica en mano les pedí me permitieran hacer
fotos, y una entrevista. Al momento me rodearon como a un delincuente y dijeron
sí.
—¿Qué es el break dance? — pregunté a
Ricardo de la Cruz, un jovencito de tez morena, delgado, de 14 años de edad e
instructor de los demás.
—Es una forma de expresión —se fregó la
cabeza con las manos en un esfuerzo por acomodar sus ideas—. Una manera de
mostrar a las personas que somos parte de este mundo, aunque piensen que somos
pandilleros. Los que ves aquí nos reunimos los sábados por la tarde para
practicar pasos de baile y luego participar en encuentros de break-dance.
Los amigos que mencionó Ricardo son Juan,
Alexis, Gandhi, Frank, Esly, Ángel, Gilder, Toño, Mario y Émber, y oscilan
entre los 11 y 21 años de edad. Algunos estudian primaria, otros secundaria y otros
más preparatoria. Conforman Mopes Crew
y, en palabras de Ricardo, buscan consolidarse como Big Boys, que es una especie de maestro en la danza de break-dance.
—¿Cómo surgió Mopes Crew?— pregunté a
Ricardo mientras los demás practicaban contorsiones y pasos utilizando manos,
cabeza y espalda.
—Como
grupo ya tenemos un año —dice observando a sus compañeros que se contorsionan
sobre el piso—. Primero inicié aquí con otro amigo. Luego se acercó este,
señala a Ángel que nos escucha. Sin embargo, mi cuate se fue del pueblo y nos
quedamos Ángel y yo. Después vinieron los demás para aprender, pues en
Cacahoatán no había quién les enseñara. Así que me hice sus maestro. Los chavos
aprendieron rápido y a los dos meses nos hicimos Mopes Crew, e iniciamos nuestro
baile sabatino aquí, en el parque. Esto sucedió en diciembre del 2011. Yo creo
que el break-dance nos unió y ahora somos amigos que nos apoyamos en todo.
—¿Sólo practican aquí, en el parque?
Ricardo se queda pensando. Luego responde:
—No. También en casa de alguno. Si no se
puede, salimos. Algunas veces bailamos en la escuela, mientras los profesores
nos miran feo; sin embargo se calman cuando ven nuestras piruetas. Creo les
gustaría imitarnos, pero no se atreven por la edad y la panza.
—¿Les apena que los vean bailando en las
calles o espacios públicos?
—No. Es un gusto que nos observen, y si
hay chavas mejor. Nos emociona que miren nuestros pasos difíciles. Con eso
apantallamos para ligar—, ríe a carcajadas.
—¿Sus papás los apoyan para que continúen
bailando?
—Al principio decían que éramos vagos buenos
para nada, y que mejor hiciéramos algo de provecho. Entonces les dijimos,
¿quieren vernos fumar marihuana o bailar? No les quedó de otra. Si no apoyan,
tampoco regañan.
—¿Qué buscan al bailar en espacios
públicos?
Los otros chicos se acercan:
—Deseamos un lugar sin delincuencia. Donde
los jóvenes puedan hacer lo que gusten sin temor. Con el baile queremos
contagiar a otros. Por eso venimos a donde hay gente. Esto es ejercicio, como
puedes ver. Nuestra consigna es no beber ni fumar. Somos una posibilidad para
prevenir que los chavos caigan en los vicios.
“Algunos de nosotros fumaban al principio,
pero ahora ya no porque para bailar es necesario que los pulmones estén libres
de humo. Tampoco bebemos. Nos gustaría que las personas se dieran la
oportunidad de escucharnos para que sepan que podemos ser una solución a tantos
vicios. Ahora con eso de la delincuencia nuestro baile puede ser un freno.
—¿Consideras que el break-dance puede
entenderse como un movimiento cultural?
—Desde luego. Para saber sobre break-dance
es necesario el estudio. Los que cuentan con internet investigan y comparten,
sean videos o textos. Además el break-dance como baile ya es una expresión
artística. ¿Por qué crees que no todos hacen esto? No es fácil. Allí, en cada
movimiento, cada paso, hay emoción. También rebeldías y desacuerdo contra la
violencia, la contaminación y la corrupción. Como no hay como decirlo, lo
bailamos. Si alguien es regañado en casa, aquí se olvida. Si reprueba un examen
también.
—Mencionaste que ustedes participan en
otros espacios. ¿Dónde?
—A veces vamos a Tapachula para ver a
otros grupos y aprender pasos nuevos. Los de allá están más adelantados que
nosotros. Por eso vamos, para copiarle técnicas, porque debes saber que esto
tiene su chiste. No sólo es bailar y moverse. Tienes que meterle imaginación.
Cuidar la forma. Por ejemplo, si vas a bailar con las manos o la cabeza, debes
saber cómo. Si lo haces al trancazo puedes lastimarte. Mira —da saltitos como
conejo, luego un salto de medio metro de altura y cae con las manos sosteniendo
su cuerpo en ellas—, esto si lo hace un aficionado que no sabe de técnicas, puede
lastimarse porque todo el peso recae en las manos y en los brazos. Nosotros
tenemos que meterle maña. Es lo que aprendemos de otros grupos con experiencia.
—¿Tienes algún mensaje para los lectores
de este diario?
—Claro. Que las personas no piensen que
somos vagos por dedicarnos a este baile que nos apasiona. Tenemos familia y estudiamos
como cualquiera. Algunos quieren ser doctores, licenciados o maestros, sólo que
ahora nuestro gusto está en el break-dance. Otra cosa, si los chavos no hallan
dónde gastar sus inquietudes, acérquense a nosotros. Aquí platicamos de todo,
incluyendo los problemas familiares. Es la ventaja de ser amigos con gustos en
común. Por último queremos hacer una petición. Que los gobiernos entiendan que somos
una posibilidad para defendernos de la violencia y los vicios. Imagínate que
esos chavos que hoy se drogan vinieran aquí a desfogar sus energías y malas
emociones. Cambiaríamos vidas completas. Al presidente de Cacahoatán le
solicitamos nos construya un espacio donde bailar. Ese lugar debe tener un piso
lisito para no lastimarnos. Este —señala el piso áspero—, lastima. Además, aquí
en el parque hay marimba y eventos y no podemos poner nuestra música; si lo
hacemos, nos callan”.
—¿La presidencia ha tenido acercamiento a
ustedes?
—Sí. Nos prometieron que nos construirían
un espacio, pero hasta ahora nada. Eso fue hace tiempo, pero no perdemos la esperanza.
—Algo que desees agregar.
—Que no limiten nuestro potencial. Si
dicen que los jóvenes somos el futuro de México, entonces que nos den la
oportunidad para demostrar que somos chavos sanos e inteligentes.
Después de responder esta pregunta, Ricardo
sonríe, me da la mano y recomienda que publique su texto y le envíe una copia a
su facebok. Luego vuelve al centro del quiosco, pues le corresponde bailar. Yo
apago la cámara fotográfica, guardo mi pluma y me despido de ellos con la mano.
si es en Acapulco? , porque me interesaría saber por donde esta.
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