viernes, 28 de diciembre de 2012

El cuadro y yo, entrevista a Arbey Rivera



Arbey Rivera nació en Ángel Albino Corzo en 1976 y se mudó a Comitán en compañía de su familia en 1989. Hizo estudios universitarios en San Cristóbal, y desde hace un par de años radica de nuevo en Comitán de Domínguez, Chiapas, donde sostuvimos esta platica. Tiene 36 años de edad y cultiva la poesía, el cuento y la pintura. Es de cabello largo, tez blanca, y lleva como distintivo un sombrerito que no deja.
Después de suspender el encuentro en tres ocasiones al fin nos reunimos en su taller de pintura donde imparte cursos. 
—Arbey, tras revisar tu biografía que da cuenta de múltiples actividades en las que has participado y de los reconocimientos que eres merecedor, háblanos de cómo inició tu interés por la pintura y la poesía.
—Mira, el gusto por la poesía me llevó a la pintura. Jamás imaginé que tiempo después me dedicaría al arte, púes fue un inicio bastante impredecible. Escribía poemas desde la secundaria, pero fue en la facultad de ciencias sociales, en el taller literario Bertolt Brecth en 1998, cuando tuve acercamiento formal con la literatura. En ese mismo año ingresé a un taller de pintura al óleo dirigido por el maestro Antún Kojtom donde noté que poesía y pintura van de la mano por los múltiples estallidos de colores, y por las imágenes que se pueden  hallar en ambas disciplinas.
“En el taller literario conocí al poeta Rafael Arzate con quien comparto hoy en día una invalorable amistad, y quien fue mi primer maestro en literatura y en el trabajo con hilos que trabajaba con una técnica huichola. Desde un principio me interesé por utilizar variedad de hilos y colores en un cuadro con la intención de consolidar una propuesta que no reprodujera cuadros ya pintados, sino ir en busca de elementos iconográficos que respondiera a mis necesidades de expresión”.
El pintor tiene un cuadro entre las manos donde coloca hilo tras otro. Luego con una especie de rodillo aplana el cuadro para que el hilo se fije.  
—Por el lado de la narrativa —coloca otro hilo en el cuadro—, yo escribía sin mostrarlo a nadie, pero deseaba aprender más sobre este género.  Mi primer acercamiento fue en la clase de historia oral de la universidad que impartió el maestro Jesús Morales Bermudez. Allí descubrí Cuentos de barro de Salarrué quien inspiró a que yo escribiera un libro aún inconcluso titulado Cuéntame mi pueblo. Después llegué al taller del maestro Oscar Palacios donde aprendí la técnica narrativa de manera formal.
“En lo que refiere a poesía, uno de los talleres que me permitió un acercamiento más próximo para ver y sentir la poesía, fue el taller del maestro Ricardo Yañez en 2003. También tuve la oportunidad de estar en otros talleres destacando los de Javier molina, Ángel Carlos Sánchez, Ulises Córdoba, Roberto Rico, Níger Madrigal, Mirtha Luz Pérez Robledo, por mencionar algunos”.
Deja el cuadro y observa la ventana donde se filtran rayos de sol que iluminan la habitación. Al fondo, formando una cruz sobre la pared, se observa parte de la colección particular de pintura del poeta; a un lado, en un estante, libros. En los caballetes hay bocetos sin terminar, y en la mesa pinturas, hilos, tela, pinceles, tijeras y piedras.
—Cómo artista que cuida la estética en sus cuadros, poemas y relatos, ¿cuál es tu posición política, y cómo la proyectas en tus obras?

Observa con detalle sus cuadros, es como si con la mirada intentará entablar un dialogo con ellos en busca de la respuesta.
—En mis obras abordo temáticas diferentes. En cada cuadro hay un mensaje. Por ejemplo, en la serie Hombre de maíz  que realicé del 2001 al 2003 es visible mi admiración a los indígenas por sus conocimientos ancestrales.
“En la serie  No todo debe acabar gris que es la más reciente, y que expuse este año en Costa Rica, planteo mi desacuerdo con el abuso de la naturaleza. Son miles de hectáreas de selvas y bosques que se destruyen, ríos que se pudren bajo las ciudades, lo cual me hace pensar que el planeta no debe terminar gris por el humo, la violencia, la corrupción y la muerte.
“Tomé este color porque en él percibo la desolación social de muchas personas en el mundo, el temor del migrante que deja a su familia en el desamparo de la miseria, mientras que este incursiona a un mundo desconocido donde la incertidumbre es su peor enemigo. Además, el gris es un tema poético que despierta emociones y sentimientos. La aniquilación subyace en todo, incluso en las emociones del individuo. El hombre es muerte y vida, y ambas generan, para equilibrarse, el amor, que en este mundo tecnologizado está desposeído de su magia divina. Pienso que este sentimiento es lo único que puede salvar al hombre de sus demonios.
“Creo que la pintura y la poesía sirven para denunciar la fragilidad humana, y recrear un canto de esperanza que nos haga pensar en la humanidad como un todo. Que el arte permita vernos como hermanos de un mismo planeta. Por eso trato a través de mi pintura comunicar el amor por la vida y la inmensidad de la libertad, así como manifestar inconformidades y criticas subjetivas al sistema político, económico, educativo y cultural del país”.
Arbey habla pausado, consiente de lo que dice. Está sentado sobre una silla de madera, frente a la mesa de trabajo donde hay pinceles de tamaños diferentes.
—En este mundo determinado por la violencia física, visual, auditiva, la corrupción y el miedo, ¿cómo puede el arte consolidarse como alternativa para una vida plena y de gozo?
Me observa con una mirada que taladra.
—El artista trabaja con emociones y sentimientos, y para que estas se manifiesten hay que meditarlas y experimentarlas a conciencia. El hombre por naturaleza es destrucción y caos, armonía y luz. Sólo que en estos momentos de la vida quizá impera más la parte violenta. Ello tiene su origen en la situación política, cultural, económica y educativa que vive el ser humano actual. Los medios de comunicación alimentan esta parte. Los niños de hoy prefieren una película con gritos, balazos y golpes a una donde se motive la reflexión de la felicidad. La internet y televisión nos atosigan con imágenes que sugieren violencia. La muerte es un negocio que se trasmite en ganancias económicas y por ende la violencia un negocio redituable para algunos. Bajo esta forma de pensar y de ver las cosas, el arte debe ser una posibilidad para cambiar nuestro mundo. ¿Cómo? Practicando cualquier expresión artística. Esto nos permite saber de nuestras debilidades y fuerzas espirituales que nos constituyen. Imagínate a los jóvenes haciendo pintura o literatura como resultado de un proceso de meditación. Las cosas serían distintas.
“Otra cosa que es fundamental. En las escuelas los profesores deberían tener sensibilidad de artistas o por lo menos tener un buen hábito de lectura. Si los niños tuvieran contacto con el arte les depararía un futuro caracterizado por la solidaridad y el amor, se conocerían como seres humanos, y los medios de comunicación no pervertirían fácilmente el lado violento que constituye a cada persona”.

El artista mira el cuadro que tiene en las manos. Va adquiriendo forma, dice.
—¿Cuál es tu opinión con respecto a las instituciones públicas encargadas de difundir las expresiones artísticas y los grupos independientes del estado en promoción cultural como las que organizas?
Ríe a carcajadas. Noto que por la intensidad de las risas asoman unas lagrimitas en sus ojos.
—Ahora si te volaste la barda con esa pregunta —dice irónico—. Pienso que  quizás algunos programas son buenos. Lo malo está en las autoridades que no se dedican a lo que deberían, y que muchas veces los que llegan a puestos de cultura lo usan como trampolín en su carrera política, o para favorecer a  familiares y amigos. Estas personas benefician a sus allegados con los recursos económicos, sea en forma de premios o reconocimientos. Aquellos que no comulgan con su forma de hacer las cosas son desconocidos, por lo que optamos por el movimiento independiente en la promoción de artistas.
—Cuéntanos sobre tus obras, Arbey.
Se queda pensando, luego dice:
—No había hecho cuentas, pero he pintado más de 120 cuadros de los cuales unos  se hallan en diferentes estados de la republica mexicana, otros en Barcelona, cuba y Costa Rica. De mis trabajos en narrativa destaca el libro de cuentos De los mil y un engaños publicado por la UNICACH, la antología Voces desde las alturas, editado por CONECULTA, y La identidad chiapaneca a través del cuento, de la maestra Irma Contreras donde colaboré como compilador e investigador, y editado por la UNAM. En poesía tengo 5 libros inéditos. El que se ha publicado se llama Cantos de mar para evitar naufragios, editado en Orizaba, Veracruz en 2010. Este ha sido reeditado dos veces, en edición de autor, con la editorial Jex en Tuxtla Gutiérrez, la última con traducción al Catalán por Helena Sagristá y revisada por el poeta y filólogo catalán Joseph Sagristá. En pintura destacan más de 20 exposiciones colectivas y 13 de manera individual.
—¿Tienes un horario de trabajo establecido?
—No, no tengo horario, aunque prefiero trabajar en las mañanas. A veces despierto de madrugada y comienzo el día. También me gusta trabajar a eso de las 4 0 5 de la tarde. La luz del atardecer es excelente. En general me dejo llevar y sorprender por los caminos que me depara el día.
—Hablando de gustos, ¿qué música oyes y qué lees?
—Cuando pinto escucho New Age porque me relaja  y hace fluir los pensamientos. Admiro al poeta José Alfredo Jiménez y disfruto sus canciones. Y algo que me gusta mucho es el concierto para violín  de Tchaikovski. Por el lado de la literatura, leo a mis contemporáneos.
Da un ultimo vistazo a la pintura y lo acomoda sobre la mesa.
—¿Qué podrías sugerir a los artistas que inician? —pregunto para cerrar la charla.
—Que no desesperen. El arte es poco apreciado, y comprado menos. Así que el reto es hacerlo por gusto y placer, hay que hacerlo con el corazón. No hay de otra.
Sonríe mientras me acompaña a la puerta donde nos despedimos con un abrazo. Afuera el frío es más intenso y el cielo está nublado. Seguro lloverá, pienso, y corro en busca de un taxi.

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