viernes, 31 de mayo de 2013

Consecuencias del futbol


Ella dijo:
—El futbol hace idiota a los hombres —y su esposo miraba elpartido América - Cruz azul en una pantalla plana a mitad del centro comercial.
            —Cuando no está frente a la televisión —continuó refiriéndose al marido—, tiene una cerveza en la mano.
Tenía piernas esbeltas, pechos menuditos y la cabellera rubia le caía en cascada sobre los hombros.
—Es un adicto empedernido. Cuando el américa juega, el mundo se termina. Nada existe fuera de la televisión y de esos pendejos que corren tras el balón como si la vida se les fuera a terminar en la cancha.
Sus labios carnosos temblaron de coraje.
—Mira —sus ojos eran grandes y azules—, cuando ese pinche equipo está jugando, este pendejo —señaló con la barbilla a su esposo—, se vuelve más idiota. Ese maldito tiempo es el peor de mi vida. Empieza a gritar: ¡tócala, dáselo al otro, anda, tira, arbitro pendejo, hijo de tu chingada madre, vendido, es faul, mira bien, tira, anda, goooooool! Y celebra bebiendo la cerveza de un trago. Si su equipo pierde me grita, ¿qué miras?, tú no sabes nada de futbol. En esas horas se olvida de que soy mujer y necesito atención —me observó coqueta mordiéndose el labio inferior—. Y ahí lo tienes hecho un pendejo abriendo la boca.
El marido, un tipo delgado y alto, manoteaba frente al televisor como un endemoniado rociado con agua bendita.
—Veníamos a comprar la despensa y aquí me dejó solita como una idiota —dijo acariciándome las manos—. Dos horas sin nada que hacer.
Me acarició coqueta los dedos.  
Mentalmente conté el dinero que traía en el bolsillo y salimos. Dos horas era tiempo suficiente.

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