jueves, 9 de enero de 2014

Casablanca la bella, de Fernando Vallejo

¿Quiénes habitan tu casa, y cómo está hecha? La casa como metáfora de vida. ¿Qué ideas la sostienen? ¿Cómo es en relación a las otras casas de tu alrededor?

Desde que inicié la lectura de Casablanca la bella, de Fernando Vallejo, no paré de reír. Sí con La virgen de los sicarios, Vallejo se ganó mi admiración, con esta obra se gana mis respetos. Editado por Alfaguara, Casablanca la bella puede ser leída de varias maneras. Las mías son tres. La primera, la novela es la historia de cómo se construye una casa y los dolores de cabeza que produce. La segunda, la novela puede ser interpretada como una metáfora sobre la corrupción y el caos que origina un sistema político corrupto como la mayoría de los actuales, así como la corrupción que habita las religiones. Y por último, Casablanca la bella, es el caos en el ser humano.

Durante el relato que tarda ciento ochenta y cinco páginas, y que puede leerse por las madrugadas, por las tardes, por las noches, al medio día, y en el lugar que el lector desee, Fernando Vallejo nos hará reír con frases como: “conclusión: Dios no puede ser la luz, Dios no es nada. Dio es un cuento de hijueputas para pendejos”. O experimentar nostalgia con frases como: “Mi abuela no existe más. No está en la Gloria de Dios, no en el Infierno de Satanás. Es una herida que me quedó en el alma y que me cicatrizará la Muerte”. O sentir rabia ante una verdad insoslayable: “Dios no existe, Satanás no existe, nos morimos para lo que reste de la eternidad, no hay salvación. Y si alguna condenación hubo, fue la carga de la vida”. Seguro que muchas ideas que el autor va revelando coincidirá con las del lector.

En la novela, Fernando Vallejo va recordando a sus muertos, los lugares que habitó, y los contrasta con esta Colombia sangrienta que es la actual como resultado de la ambición del hombre por el poder. Casablanca la bella, aunque no en gran medida, es también la historia de un país atestado de sicarios, de muertos y de sangre. Además de religiones que sirven para embrutecer más al embrutecido. Más allá de la sangre y de la religión, el lector topará con un montón de nostalgia que el autor nos irá contagiando cuando este se encuentre, de frente, con sus queridos abuelos que forman parte de la muerte, de la destrucción misma que es la muerte.

Si logras llegar a Casablanca la bella, ten por seguro que Vallejo,  amable como es, te llevará a conocer sus habitaciones, la cocina, el patio donde hay un angelito orinando todo el tiempo, el corazón de Jesús que mandó traer de México, además de la sala espaciosa. Todo estará dispuesto para que con sólo observarla puedas notar que Casablanca la bella, es el  mundo de un hombre que lucha contra la turba que es la humanidad que va y viene sin detenerse a pensar en cómo y quiénes habitan su casa. Si decides conocer Casablanca la bella te deseo suerte. Seguro reirás como yo, pero también conocerás a un hombre solo, abatido por el tiempo y sus recuerdos.  







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